Peter Rosset: «Todo país puede alimentar a su gente».
La Vanguardia. Sábado, 16 de Abril del 2005. La Contra. Página 76.
Peter Rosset.
Experto en alimentación y agricultura mundial.
Peter Rosset. Foto: Inma Sáinz De Baranda.
Tengo 49 años. Nací en Nueva York y vivo en Oaxaca, donde dirijo el Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano. Soy doctor en Agroecología. No veo ningún partido político con propuestas para salir de los problemas más graves y sí a la sociedad civil. Soy agnóstico. Publico Doce mitos sobre el hambre (Icaria).
Ima Sanchís.
Para salir del problema del hambre en el mundo hay que cambiar el actual sistema alimentario.
–¿Falla en la base?
–Sí, y el obstáculo principal es una serie de falsos mitos que nos confunden sobre las verdaderas causas del hambre.
–Hay que empezar por decir la verdad.
–Así es. El primer mito es que no hay suficiente comida en el mundo para alimentarnos a todos, y la realidad es que producimos el doble de lo que necesitamos.
–¿El problema es la distribución?
–Sí, y el principal problema de los agricultores del mundo es la sobreproducción: el gran excedente hace bajar los precios.
–Segundo mito…
–La naturaleza es la causa del hambre. Cuando se da una sequía, por ejemplo, en África y la consiguiente hambruna, la gente piensa que es causa mayor.
–¿Y no?
–No. En todos los casos de hambruna, los países que la han padecido no han dejado de producir y exportar a Europa y EE.UU., lo que significa que una parte del país tiene una cosecha abundante que la zona afectada no puede comprar. Por lo tanto, se trata de un problema de organización social.
–Tercer mito…
–Demasiadas bocas para alimentar. En Europa y EE.UU. hubo un largo periodo con un crecimiento de población muy ligero. Con la revolución industrial se dio una gran explosión demográfica que acabó por nivelarse. Se pensaba que los países del Sur no seguirían el mismo patrón, sino que crecerían exponencialmente. Pero todos los continentes del Sur se están nivelando.
–Cuarto mito: alimentos contra medio ambiente.
–Se cree que si queremos alimentar a los hambrientos vamos a tener que aceptar tecnologías de producción que son nocivas para el medio ambiente. Nos han vendido el cuento de que los plaguicidas son necesarios para producir más. En EE.UU. se aplican 10 veces más agrotóxicos que hace 40 años y estamos perdiendo el doble de la cosecha porque las plagas se han vuelto inmunes a los productos, y sus controles naturales, otros animales que se comían los insectos, se han eliminado.
–¿Los transgénicos van por el mismo camino?
–Sí. Dicen que gracias a ellos aumentará la producción. Los transgénicos incorporan el insecticida dentro de la planta, estamos repitiendo el mismo sistema de los plaguicidas.
–Quinto mito…
–El milagro de la revolución verde, basado en monocultivo, pesticidas, fertilizantes químicos y variedades híbridas de semillas, que se exportó al Tercer Mundo para que aumentara su producción y acabar con el hambre.
–Dicen que el problema es que esa revolución verde no llegó a África.
–Eso dicen, pero fijémonos en qué pasó en América Latina y en Asia. Ciertamente, incrementó la producción, pero también el hambre. Sólo los agricultores con dinero pudieron comprar las semillas alteradas y los fertilizantes. Los pequeños agricultores fueron desplazados y engrosaron las estadísticas del hambre y, a la larga, el sistema degradó la capacidad productiva de los suelos por el uso intensivo de agroquímicos.
–Sexto mito: las grandes fincas son más productivas que las pequeñas.
–La respuesta de nuevo es todo lo contrario: la evidencia demuestra que en todos los países, Norte y Sur, las fincas más pequeñas producen por hectárea entre dos y diez veces más que las fincas grandes. El gran productor produce monocultivo desaprovechando el suelo. Los pequeños campesinos cultivan productos de siembra combinándolos con árboles frutales, cerdos, gallinas, una vaca…
–¿El libre mercado erradicará el hambre?
–Si uno deja la alimentación en manos del mercado, los únicos que comen bien son los que tienen dinero. En el mapa mundial de flujo de alimentos el movimiento se da de los países más hambrientos hacia los países con más poder adquisitivo. Y llevamos más de 40 años viendo como los precios agrícolas tienen una tendencia negativa. Sólo cuando los gobiernos intervienen en los mercados de productos agrícolas se puede asegurar que hay un precio de sustento mínimo para el agricultor y alimentos accesibles para todos.
–El mercado tiende al monopolio.
–Está más que demostrado que si no se aplican las leyes antimonopolio, el precio que reciben los productores baja y el que pagan los consumidores sube. Lo único que ha aumentado es la ganancia de las cada vez más grandes empresas intermediarias.
–¡Qué desastre, lo estamos haciendo fatal!
–Otro mito es aquel que reza que los países ricos nos beneficiamos del hambre de los pobres. Hoy, las fábricas se ubican en países del Tercer Mundo empobreciendo a todos.
–Póngame un ejemplo.
–El tratado de Libre Comercio favoreció que se cerrara una serie de fábricas en EE.UU. y se instalaran en México, donde se crearon 300.000 puestos de trabajo. El mercado mexicano fue invadido por productos baratos y grandes superficies de origen estadounidense, de manera que quebró multitud de pequeños comercios y se perdió un millón y medio de puestos de trabajo. El resultado final es 1.200.000 puestos de trabajo perdidos en México y 300.000 en EE.UU.
–¿Qué propone?
–La soberanía alimentaria. Sabemos que la producción en escala más pequeña es más eficiente. Cada país –y todos los países del mundo tienen suficiente tierra y agua para ello– debe cultivar los productos básicos para alimentar a su población.
Rosset, con su libro «Doce mitos sobre el hambre», tiene la cualidad de hacerte sentir inteligente, porque convierte en simples y claros conceptos complejos. Su análisis sobre las políticas que impiden que la gente pueda alimentarse en todo el mundo evidencia la necesidad de un cambio.
Empieza por desmontar las falsas creencias; la primera, que no hay comida para todos: «La principal causa de muertes y enfermedades es el hambre; el remedio es la alimentación; el remedio existe». No hay ningún país en este mundo que sea un caso desesperado. Incluso aquellos que creemos enormemente superpoblados tienen los recursos necesarios para que su población pueda liberarse por sí misma del hambre… ¿De qué se trata, entonces? Vale la pena saberlo.